martes, 10 de mayo de 2011

Los medios de comunicación manipulan...nosotros también

La medicina escasa, la mas insuficiente
es la de remediar la mente
Silvio Rodriguez


Manipular es tratar de que el otro haga algo que queremos que haga, sin que se de cuenta de que lo hace porque lo indujimos.

Manipular es tener una agenda oculta. Una intencionalidad que no conviene que se conozca si queremos que el control sea efectivo. Si se desnudan nuestras verdaderas intenciones, el juego queda descubierto y el manipulado tiene la posibilidad de elegir. Es preferible que el manipulado no sepa que es lo que buscaba o necesitaba el manipulador, para que no pueda establecer una relación directa entre lo que hace y lo que fue inducido a hacer.

La cuestión no es tan lineal, ya que para que haya manipulación debe haber una acción común entre manipulador y manipulado, pero aquí vamos a poner el acento en el análisis de las conductas que se ponen en juego para tratar de torcer la voluntad de los demás en beneficio propio. Y vamos a tratar de demostrar que las estrategias que usan los medios hegemónicos no son tan distintas de las que usamos en casa.

Aunque los recursos utilizados por los grupos de poder nos parezcan finas conspiraciones que bajan pergeñadas por cerebros afiebrados, se parecen sugestivamente a los que nosotros mismos usamos a diario en nuestras interacciones con la gente que nos rodea, aún con la que más queremos. Es mas, aprendimos a usar estas estrategias a edades muy tempranas, como necesidad de supervivencia. Estos “recursos” están tan naturalizados en nuestra conducta, como lo están en las conductas de las grandes corporaciones.

Partiendo de algunas de las distinciones que Noam Chomsky hace sobre las formas de manipulación de los medios, es interesante reflexionar acerca de su uso en interacciones cotidianas:

La estrategia de la distracción: consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes.

¿Quién no se escudó alguna vez en rápidos y abundantes cuentos acerca de cualquier situación intrascendente para tratar de evitar que su madre, jefe, pareja, tocara el punto que precisamente no debía ser tocado? ¿Quién no volvió de una situación tramposa con un ramo de flores? ¿Quién no utilizó el comentario sobre alguna noticia impactante para disimular su llegada tarde al trabajo?

Crear problemas y después ofrecer soluciones: este método también es llamado "problema-reacción-solución". Se crea un problema, una "situación" prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar.

¿Quién no intentó por ejemplo hacerse necesario para evitar ser despedido o pateado? ¿Quién no trató de hacerse imprescindible para otro , sobreprotegiéndolo por ejemplo, para que no sea independiente y tenga que recurrir constantemente a su ayuda?

La estrategia de la gradualidad: para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos, ya que tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.

¿Quién no dosificó la cantidad de información, el momento y el lugar en que la daba para no provocar reacciones? ¿Quién no “maquilló” el precio de una compra para no evitar reproches? ¿Quién no informó “de a poco” cuestiones que podían traerle consecuencias no deseadas?

Dirigirse al público como criaturas de poca edad: la mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discursos, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental.

¿Quién no trató alguna vez a sus hijos como si fueran más chicos para evitar que se independizaran? ¿No tratamos acaso a los demás como niños cuando, por tener algún poder sobre ellos consideramos que no pueden decidir por su cuenta?

Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión: hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido critico de los individuos.

¿Quién no se puso una minifalda para conseguir algo? ¿Quién no dijo un piropo no sentido para eludir alguna consecuencia?

Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad:

¿Quién no intentó “cortale las alas” alguna vez a alguien querido para evitar que se fuera de su lado?

Estas son solo algunos de los ejemplos de manipulación posibles. Aprendimos a esconder nuestras necesidades para satisfacerlas sin pedir explícitamente, y así no deber nada al otro. Desde muy pequeños se premia nuestra habilidad para conseguir sin pedir. Descubrimos que si decimos: “que ricas esas galletitas” inducimos a que nos digan: ¿Querés una? Y asi, en lugar de quedar como quien pide quedamos como quien acepta.

Cuando las corporaciones nos manipulan, nos utilizan. De la misma forma, cuando en las interacciones con nuestros vínculos más cercanos obtenemos sin pedir, transformamos a las personas en recursos para nuestro beneficio, las usamos, y a cambio de conseguir abastecer alguna necesidad contingente, sacrificamos lo más preciado que tenemos, que es precisamente el vínculo que nos une a ellas, mintiéndoles.

La propuesta en todo caso, es que cada vez que descubrimos manipulación, mentira y ninguneo por parte de las corporaciones, al mismo tiempo que lo denunciamos, hagamos el ejercicio de pensar en qué medida nosotros también lo hacemos, para ir erradicando la violencia de la mentira desde sus brotes tempranos.